Desde sus orígenes, la fotografía ha intentado cumplir el objetivo que K. Robins anuncia así: «la fotografía siempre ha prometido llevarnos más allá de la visión y aspira a revelar realidades secretas». El secreto que prometía revelar la fotografía, se ha venido abajo, todo está revelado (consecuencia de una sobredosis de información, que no de conocimiento) y es por eso que lo tenemos que inventar, construir la ficción de que aún hay algún secreto por poetizar.
Antes de la irrupción de la teoría postmoderna, los productos artísticos se entendían como una descripción mas o menos verdadera de la realidad, siguiendo el principio determinista de la ciencia clásica por el cual se asume de partida la existencia de una verdad exterior, utópica, que tenemos que perseguir. Actualmente toda esta cosmovisión resulta ya insostenible. El objeto de estudio, ha pasado de ser considerado un objeto externo susceptible de ser revelado, a considerar-se un sujeto con entidad propia al cual solo es posible aplicarle modelos de representación cambiantes y fluctuantes, simulaciones, ficciones en sí mismas.
El universo de la obra de Ramon Suau ya es autónomo y no puede ser comparado con el mundo exterior a la obra. La ficción se pertenece a sí misma, al universo genésico que despliega. Por tanto decir que su obra está basada en hechos reales es inconsistente. Incluso el género biográfico es ficción. El documental y la ficción se funden, y la narrativa no entra en conflicto con la imagen. La memoria es algo que se va construyendo a medida que se representa.